Depresión y alimentación: ¿Y si fuese culpa de una proteína?

Hay una multiplicidad de factores que pueden llevar a una persona a padecer de depresión. Es un campo realmente delicado de la salud, que debe tratarse con cuidado. Uno de los factores, de hecho, puede estar relacionado con la nutrición.

No es fácil diferenciar un cuadro clínico de depresión de otro tipo de alteraciones en el estado de ánimo. Sin embargo, es normal atravesar períodos oscuros en nuestra vida, y no por eso deberíamos sentirnos culpables.

(Foto: Canva)

Sin exagerar, cada uno de nosotros está expuesto a sufrir de depresión. No importa qué la desencadene, incluso el detalle más trivial podría ser la gota que rebalse el vaso, dejándonos de un momento a otro en un estado de desconcierto e impotencia absolutos frente al mundo. Por eso es clave acudir siempre a un psicólogo o psicóloga profesional para tratar de la manera más responsable este malestar mortificante.

Hay una multiplicidad de factores que pueden llevar a una persona a padecer de depresión. Es un campo realmente delicado de la salud, que debe tratarse con cuidado. Uno de los factores, de hecho, puede estar relacionado con la nutrición. Alimentarse adecuadamente puede influir definitivamente en nuestro vínculo con la comida, evitando que desarrollemos algún trastorno insano que pueda llevar a intoxicarnos con el tiempo. No obstante, de lo que queremos hablar es específicamente de una proteína que sería la culpable de todo. Veamos de qué se trata.

Prolina: el culpable oculto de la depresión

La prolina es un aminoácido que se halla en algunos alimentos de origen animal como la carne de res alimentada con pasto, el pollo de corral, la gelatina y algunos órganos como el hígado. El problema con este aminoácido es que su exceso puede generar depresión, y dependiendo el caso, incluso puede volverse crónica.

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Cabe aclarar, sin embargo, que no es en sí misma la prolina la que puede conducir a estados depresivos, sino la flora intestinal, más en específico, los lactobacilos y enterobacterias que la componen. Son estos los que regulan los niveles de prolina, y es ese vínculo entre flora bacteriana y prolina el que se ha estudiado particularmente, sobre todo poniendo el acento en los genes bacterianos de la primera.

Se realizó entonces un experimento para ver la injerencia de las bacterias de la flora intestinal en el organismo de dos grupos de Drosophila melanogaste, comúnmente conocidas como moscas de la fruta. A ambos grupos se les dio un alimento específicamente alterado, en un caso con lactobacilos y en el otro con enterobacterias.

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El grupo de moscas expuestas a los lactobacilos no presentó ninguna alteración particular. Por su parte, aquellas que consumieron las enterobacterias con prolina sí mostraron signos de depresión. De este modo se probó cómo se relacionan las enterobacterias de la flora intestinal con la prolina y su influencia en ciertos cuadros depresivos.

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