Acciones para lograr una alimentación sana, sabrosa y sostenible

Consumidores más informados y comprometidos con el ambiente están cambiando sus hábitos de compra, para favorecer el consumo responsable.

Cada vez que decidimos llevarnos a casa un producto elaborado con criterios sostenibles, o cuyo embalaje y distribución producen el menor impacto ambiental posible, se enciende la luz de esperanza para aminorar la huella de contaminación a nivel mundial.

(Foto: Adobe Stock)

¿Qué es el consumo responsable de alimentos? Son todas aquellas decisiones de compra que tomamos de manera consciente, con el fin de cuidar el medio ambiente. Cuando nos informamos  sobre cómo se elaboran, procesan y distribuyen los productos y servicios que se ofrecen en el mercado y la gastronomía, y elegimos aquellos más respetuosos de nuestro planeta, a nivel ecológico y social.

El consumo por cercanía es una de las prácticas favoritas de los consumidores comprometidos con el futuro del planeta, es la elección consciente de compra de alimentos de producción local.

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¿Cómo adoptar hábitos de consumo y compra sostenible?

Desde la página web de la organización ambiental Greenpeace podemos encontrar varios consejos valiosísimos para poner en práctica y mitigar los efectos del cambio climático.

  1. Tener información es clave: Saber distinguir un alimento saludable, de uno que no lo es, por sus cualidades y frescura. Saber de dónde provienen los productos es muy importante, también podemos guiarnos por el etiquetado de alimentos.
  2. Comprar local es sinónimo de sostenible: mientras más fresco es un filete de pescado más cercano es su origen, ya que generalmente los mercados locales se abastecen de una pequeña red de pescadores. En el caso de las verduras de estación, seguramente fueron producidas por agricultores locales y no tuvieron que viajar miles de kilómetros para poder estar en tu mesa.
  3. Consumir menos carne animal: Está comprobado que la gran mayoría de los gases generados y las emisiones de dióxido de carbono, se generan por la cría de ganado intensivo para la industria de la carne en todos los países del mundo. Según Greenpeace México este porcentaje correspondería al 24% a nivel global.
  4. Comprar a granel: Según el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC), lo mejor es comprar todo aquello que pueda venir sin envases extras, que se venda suelto, y en caso de ser empaquetado que sea con envoltorios biodegradables. ¡Lo ideal es ir a estos lugares con nuestros propios envases!
  5. No a lo transgénico: Como consumidores tenemos que saber qué estamos consumiendo, y el etiquetado en este sentido es fundamental. Muchas frutas y verduras transgénicas pueden verse espléndidas y durar mucho más tiempo sin echarse a perder, pero no tienen el sabor ni las propiedades alimenticias de aquella cultivadas en la huerta.
  6. Comprar productos frescos: Necesitamos reducir el despilfarro de alimentos aptos aún para su consumo. ¿Sabías que aproximadamente un tercio del total de alimentos producidos por el hombre son desperdiciados? Frente al hambre y la desnutrición mundial, la cantidad de alimentos que se echan a perder por la distancia que recorren hasta el punto de venta es un problema social, económico, ecológico, e incluso ético.

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¿Cómo contribuimos a la protección del medio ambiente?

Una mujer decide llevar un atado de rúcula fresco de la verdulería de la esquina de su casa, tras dejar en el supermercado la rúcula empaquetada en un envase plástico, generando menos basura plástica.

Reemplazar la carne de ternera o los langostinos en una comida, por un alimento de origen eco amigable tiene también su impacto ambiental. Por cada kilo de ternera que comemos se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Del mismo modo, cada kilo de langostinos que consumimos supone la destrucción de un manglar.

Las acciones que tomamos a diario en relación a la alimentación sostenible tienen su impacto positivo en el planeta:

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  • Logran eficiencia energética. La compra por cercanía de productos, disminuye los tiempos de traslado y entrega desde su cosecha hasta su consumo, reduciendo la emisión de gases por transporte en vehículos y refrigeración de productos.
  • Consumir productos locales ayuda a conservar los patrimonios culturales alimentarios y generar un turismo gastronómico sostenible. Las rutas del vino regionales son un claro ejemplo de esto, con todo lo que se genera alrededor de la producción vitivinícola, de oliva, de productos de belleza en base al aceite de uva.
  • Apoyo al pequeño productor y emprendedor para el desarrollo económico de las comunidades. La producción industrial de alimentos ha puesto en peligro a muchas culturas culinarias locales ricas en diversidad, que han comenzado a perderse. Comprar cerca es sinónimo de práctica eco-amigable, ayuda a generar empleo, disminuye la contaminación y el desperdicio de alimentos, pero sobre todo contribuye a generar soberanía alimentaria para los pueblos.

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